Si hay un movimiento dentro del diseño de edificios que, décadas después de su máximo apogeo, ha seguido generando debate, es el Brutalismo Arquitectónico. No se limitaba a una apariencia tosca y ruda de los edificios, con esos acabados en hormigón en bruto. Representaba una forma de pensar y una reacción a otros movimientos arquitectónicos presentes en los años 50, suponiendo un desafío a las normas de diseño urbano.
A lo largo de este artículo analizaremos de dónde viene, sus características y por qué ha generado una gran división de opiniones en el diseño de nuestras ciudades.
¿Qué es el brutalismo arquitectónico?
El brutalismo arquitectónico es un estilo que se hizo popular entre los años 50 y 70, surgiendo a partir del Movimiento Moderno. Su nombre viene del francés béton brut, que significa «hormigón en bruto». Fue el afamado arquitecto Le Corbusier quien popularizó esta expresión para describir el acabado de edificios como la Unité d’Habitation en Marsella. Aunque Le Corbusier influyó en las bases e inicio de este movimiento, fueron los arquitectos británicos Alison y Peter Smithson quienes dieron nombre e instauraron el término «Brutalism». Con este estilo, se buscaba diseñar una arquitectura honesta, sin adornos, que mostrara su estructura sin intentar ocultarla bajo acabados.

Este estilo nació en medio de una posguerra, por lo que había una gran necesidad de reconstruir las edificaciones y de encontrar nuevas formas de organizar las ciudades, con una estética que no supusiese grandes gastos añadidos. Es por ello que comenzaron a usarse materiales rápidos de trabajar y con el mínimo de revestimientos, como el hormigón armado con acabado en bruto. Este material se convirtió en el gran protagonista, usado tal cual, sin necesidad de decoraciones, aplacados o pinturas.
El brutalismo arquitectónico no buscaba la belleza tradicional de los edificios de siglos pasados. Su objetivo era ser sincero, honesto: los edificios debían dejar al descubierto las materias que los componían y ser duraderos, y esto les confería un valor añadido. La estructura, los materiales (sobre todo el hormigón) y hasta las instalaciones se dejaban visibles, sin capas que las ocultaran. Este estilo se extendió por todo el mundo, adaptándose a cada lugar, pero manteniendo rasgos comunes que lo hacían perfectamente reconocible: edificios grandes, con formas geométricas claras y hormigón visto.
La estética brutalista
Reconocer un edificio brutalista es fácil por su aspecto imponente. Lo más característico es el uso masivo de hormigón armado sin ningún tipo de revestimiento, a menudo mostrando las marcas en su superficie de los encofrados que se han usado al construirlo. Esta textura rugosa le da a los edificios una presencia física ruda, fuerte.
Las formas suelen ser grandes bloques geométricos repetitivos que juegan entre sí con la profundidad. No hay decoración superficial; la belleza, está en la importancia de las formas, la textura del hormigón y el juego de luces y sombras sobre sus superficies ásperas. Los arquitectos brutalistas querían impactar con la fuerza visual y la desnudez del material.
Todo ello distinguía al brutalismo arquitectónico del resto de corrientes modernas, que preferían superficies lisas y pulidas, con acabados y aplacados. En él, las pequeñas imperfecciones del hormigón se aceptan y forman parte de la esencia del edificio, al igual que los patrones creados tomando como figuras geométricas sus carpinterías y cornisas de hormigón, para proteger del sol. Muchos edificios brutalistas son enormes a propósito, albergando bibliotecas, universidades o edificios de gobierno, para dar esa sensación de solidez y durabilidad en el tiempo, a veces interpretada como símbolo de fortaleza institucional. También existen viviendas de esta corriente, que a pequeña escala, mantienen esos rasgos tan reconocibles en su diseño.
Funcionalidad en la arquitectura brutalista
Más allá de su aspecto llamativo y tosco, el brutalismo arquitectónico daba especial importancia a que los edificios fuesen útiles. La elección del hormigón como material estrella permitía crear espacios interiores amplios y diáfanos, lo que era muy práctico para edificios como universidades, hospitales o sedes de gobierno. También el sistema constructivo con encofrados, donde funcionando a modo de “moldes”, era fácil idear nuevas formas geométricas rellenándolas con hormigón, difíciles de conseguir de otro modo.

Los arquitectos brutalistas diseñaban pensando mucho en el uso que se le iba a dar al edificio, especialmente si este era público. Era muy importante el hecho de que hubiese claridad en los recorridos, una separación entre las distintas zonas que lo componían y espacios comunes donde convergía todo. Se diseñaban pensando en edificios duraderos, capaces de aguantar mucho uso. Muchas edificaciones de la época dorada del brutalismo arquitectónico siguen realizando su función original en nuestros días, lo que demuestra que se ha cumplido con ese objetivo de funcionalidad y durabilidad en el tiempo.
¿Por qué genera tanta controversia?
Pocos estilos arquitectónicos dividen tanto las opiniones como el brutalismo. Desde que comenzaron a erguirse, estos edificios han sido amados por unos y odiados por otros. Sus detractores los ven como moles de cemento opresivas, frías y poco humanas, que dan un aspecto austero y sombrío a las ciudades (sobre todo cuando el hormigón va envejeciendo con el paso de los años), recordando a épocas pasadas.
Pero el brutalismo arquitectónico tiene cada vez más defensores, que valoran positivamente esta corriente por su diseño que rompía moldes, la desnudez de sus materiales y la importancia histórica de este en el siglo XX, poniendo en valor sus cualidades.
La polémica reside en el choque de opiniones entre los que piensan que refleja una estética decadente, y el reconocimiento de expertos en arquitectura e historiadores, que ven en el Brutalismo como un estilo complejo con mucho que decir.
Conclusión: el brutalismo como reflejo de su época
El brutalismo arquitectónico es un capítulo de gran importancia en la historia de la arquitectura. Nació con la idea de ser sincero con sus materiales y su función, usando el hormigón como materia prima. Gracias a él tenemos en nuestras ciudades grandes edificios que no dejan indiferente a nadie, con su aspecto macizo y su textura tan característica.
La controversia en torno al Brutalismo nos recuerda lo complicado que es valorar a veces la arquitectura, donde se mezclan el gusto subjetivo, la historia y la opinión pública, asomándonos a las ideas de diseño de una época pasada, y siendo conscientes de cómo la arquitectura da forma a la sociedad y, a la vez, es moldeada por ella.
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