El proceso de internacionalización de nuestra empresa requiere seguir una serie de etapas y contar con un equipo especializado para poder completarlo.
Cuando nos planteamos el proceso de internacionalización de nuestra empresa debemos tener en cuenta las diferentes etapas, así como sus ventajas y riesgos principales. La digitalización y la transformación digital son dos de los principales elementos que facilitan la creación de un mercado global que garantice la competitividad. Por ello, es mucho más sencillo expandirse a otros países.
Un estudio de Harvard Deusto avisa de que cada vez más son las empresas españolas las que establecen su centro de producción en el exterior, debido a las enormes ventajas que ofrece. La principal es el aumento de la competitividad así como el volumen de negocio, gracias a la posibilidad de poder hacer pedidos en cualquier parte del mundo.
Además, en el tipo de economía en el que vivimos, en el que hay momentos de bonanza y otros de recesión, poder diversificar el mercado nos permitirá resistir mejor en los peores momentos. Por otro lado, podremos conseguir una producción menos costosa en países donde la mano de obra pueda ser más barata, mejorando el retorno de la inversión por cada venta. Puede ser una buena oportunidad de reorganización de nuestra empresa.
No obstante, no debemos perder de vista los principales riesgos. Es un proceso que requiere especialización mediante la creación de un departamento específico de exportaciones. Además, en el caso de que la distancia entre la planta de producción y el distribuidor sea muy grande, la cadena logística puede ser menos eficiente. Finalmente, las políticas arancelarias y el contexto socioeconómico de cada país puede ser un contratiempo.
Contar con una formación de calidad en dirección y gestión nos permitirá afrontar este tipo de procesos de internacionalización de una forma mucho más sencilla. En Structuralia tenemos a nuestra disposición una escuela en la que los profesionales podrán adquirir conocimientos de calidad en este ámbito.
Como conclusión, dirigir un proceso de internacionalización requiere de un plan diseñado de forma personalizada con cada una de las etapas que nos permita cumplir los objetivos. Es imposible que podamos analizar tanto los riesgos como los posibles beneficios que podremos obtener de este tipo de operaciones. Además, no debemos perder de vista todas las amenazas que pueden surgir en el camino y tener preparado un plan B en el caso de que el proceso no culmine con éxito. Es importante diversificar la inversión. No hay que centrarse en ir a un solo país, sino que es importante tener varios mercados potenciales pensados.