Calcular la huella hídrica para el control y gestión del agua se ha convertido en uno de los nuevos desafíos para agencias internacionales y organismos nacionales. El objetivo es reducir el impacto medioambiental que produce la sociedad con su consumo y lograr un uso más eficiente del recurso, pero ¿qué papel juega en todo esto la industria de la construcción?
La huella hídrica es un indicador del agua dulce “fresh water” que se consume tanto de forma directa, como indirecta, por parte del productor o consumidor. Es un indicador multidimensional, pues calcula no solo el volumen del agua, sino la carga de polución tras el proceso y la fuente productora.
Los diferentes tipos de huella hídrica se dividen en tres:
A partir de un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid, que analiza la huella hídrica (HH) a partir de los materiales utilizados en la construcción en una edificación, se definió que cada metro cuadrado residencial construido genera una huella hídrica azul de 5 m3.
El estudio analiza 15.428,85 m2 y arroja los siguientes datos.
La concienciación de la sociedad, reflejada en las normativas internacionales, anticipa que el cambio hacía una manera de construir más ecológica se convertirá en un paso obligado. En 2010, con el objetivo 20-20-20, surgió el acuerdo europeo que abogaba por la reducción en un 20% del consumo de energías primarias, emisiones de gases efecto invernadero e implementar el uso de energías renovables en un 20% para mejorar la eficiencia energética en los edificios en 2020.
En 2014, se publicó la norma ISO (ISO/WD 14046.3), que especifica las condiciones de la huella hídrica y su relación con los ciclos de vida de los activos en materia de agua. Actualmente, se encuentran en borrador varias normativas de apoyo que persiguen y hacen hincapié en la consecución de un uso sostenible del agua.
La industria, como tercer máximo consumidor de este recurso y por la alta carga contaminante en sus procesos, juega un papel fundamental. Las empresas buscan adaptarse a las nuevas exigencias legales y de mercado para convertir sus procesos constructivos, lo más ecológicamente posible por varios motivos.
La construcción sostenible, tanto operacional, como la creación del producto final, tiene como objetivo el uso eficiente de recursos materiales y energía que reduzcan el impacto medioambiental en la naturaleza, como por ejemplo el uso cada vez más habitual del hormigón sostenible. Esto se puede lograr a partir de tres vías.
No solo la manera de construir, sino la construcción en sí debe permitir un uso sostenible de los recursos. Como por ejemplo la creación de edificaciones sostenibles, como las “passivhaus" o “breeam”, que requieren un gasto menor de energía y recursos para el desarrollo de nuestras vidas cotidianas.
Si algo queda claro, es que la tendencia por el consumo sostenible se ha impuesto y parece en aumento. El endurecimiento de las normativas y la mayor demanda sostenible no deja indiferente al mundo de la construcción y por ello, los profesionales del sector deben hacer frente a los nuevos retos que impone la construcción ecológica y el consumo de agua eficiente jugará un papel fundamental, por lo que calcular la huella hídrica puede ser de vital importancia.