La utilización de grandes superficies de instalaciones fotovoltaicas para generación de energía eléctrica a partir de la radiación solar va en aumento por varios motivos: los progresos en la investigación y desarrollo tecnológico asociado a las células fotovoltaicas las hacen cada más eficaces y económicas, la conciencia de los gobiernos y empresas acerca de la necesidad creciente de poner en marcha una transición eficiente hacia energías limpias y sostenibles, y las enormes ventajas energéticas que ofrece un recurso inagotable para responder a la demanda y cubrir el consumo en las próximas décadas son las principales.
¿Qué ocurre cuando el espacio con el que cuenta un territorio es reducido o debe ser utilizado para otros fines, como el alimentario? ¿Cuál es la solución más apropiada en los casos en que no existan grandes superficies de tierra que reúnan las condiciones adecuadas?
Una de las principales ventajas de las plantas solares flotantes, además de la posibilidad de instalarlas sobre masas de agua, es que ofrecen un doble beneficio energético y medioambiental. Reducen la evaporación del agua en un 90%, imposibilitan la formación de algas ya que mantienen el agua a baja temperatura e impiden la fotosíntesis, reducen las emisiones de carbono y mejoran hasta en un 50% la eficiencia de las células fotovoltaicas al evitar el sobrecalentamiento de las mismas.
Japón pondrá en marcha en 2016 la mayor planta solar flotante del mundo en el embalse de Yamakura, con una capacidad de 70 megavatios y 50.000 paneles ocupando una superficie de 180.000 metros cuadrados que alimentarán a más de 4.000 hogares. Reino Unido, India, Australia, Corea del Sur e Italia tienen también en marcha proyectos similares que les permitirán aprovechar este recurso sin limitaciones de superficie.