Se encuentra en la bahía de la ciudad de Kagoshima, al sur de Japón, al lado del volcán Sakurajima. Tiene una potencia de 70 MW y comenzó a funcionar en noviembre del 2013.
La decisión de llevar a cabo este gran proyecto de la ingeniería fue a raíz de la catástrofe de Fukushima en 2011, por la que el gobierno japonés quiso empezar a desprenderse de la energía nuclear debido a los grandes riesgos que conlleva este tipo de infraestructuras en una zona sísmica.
Sin embargo, uno de los principales inconvenientes que presenta Japón es la falta de espacio: con 127,3 millones de habitantes no es posible utilizar espacio terrestre para la implantación de una planta de energía solar, pero sin embargo tiene que cubrir una gran demanda energética. La solución al problema fue situar estas infraestructuras en el agua, lo que supuso un reto adicional al desarrollo del proyecto.
Esta gigantesca planta flotante tuvo un presupuesto de unos 275,5 millones de dólares. Ocupa 1,2 kilómetros cuadrados y tiene un total de 290.000 paneles solares, diseñados para ser resistentes al agua y para minimizar la necesidad de su limpieza. Es capaz de abastecer a 22.000 hogares y de ahorrar la emisión de 25.000 toneladas de dióxido de carbono al año.
Además se espera que no sólo sirva para abastecer de energía limpia a los habitantes de Japón, sino que además atraiga a turistas y estudiantes siendo así mucho más fácil trasmitir la importancia de las energías renovables y que cada vez exista una mayor conciencia de este tipo de técnicas de producción de energía.