El reciente colapso del puente Morandi en Génova, así como el derrumbe de la pasarela de As Avenidas en el puerto de Vigo han traído a colación una vez más un tema de gran importancia que, sin embargo, parece situarse siempre en un segundo plano: la inversión en mantenimiento de infraestructuras.
El mantenimiento de las infraestructuras de transporte es un aspecto clave para la conservación de éstas en un estado adecuado para su uso con seguridad durante la totalidad de su periodo de vida útil. Se trata, por tanto, de una necesidad de inversión muy necesaria para cualquier país o administración.
Para un funcionamiento adecuado de una región no basta con la construcción de una red infraestructural más o menos densa si no va acompañada de un correcto mantenimiento, pues pronto se verá deteriorada y su uso limitado.
Hasta aquí es muy probable que, al menos en la teoría, todos estemos de acuerdo en la necesidad de un mantenimiento infraestructural correcto independientemente del país o región en la que nos encontremos. Sin embargo, desafortunadamente no parece que teoría y práctica vayan de la mano en este asunto.
En el caso de España, hemos sido testigos de cómo el auge del desarrollo económico pre-crisis trajo de la mano una ampliación de la red de carreteras, las cuales fueron concebidas y proyectadas con largos periodos de vida útil. Hoy en día, gran parte de estas infraestructuras comienzan a acusar el paso del tiempo sin sus correspondientes actuaciones de conservación.
Ya en 2012, la Asociación Española de Carreteras emitió un informe en el que se hablaba de un déficit de inversión en conservación acumulado que superaba los 5.000 millones de euros. En 2018, y según la misma fuente, este déficit ya se situaba en 7.000 millones de euros.
De mantenerse esta tendencia, es altamente probable que en un futuro más o menos próximo seamos testigos de nuevos episodios de colapso en los niveles de servicio de estas infraestructuras.
En el caso de Latinoamérica también se dan situaciones similares. Publicaciones recientes señalan que Brasil, por ejemplo, requiere de una inversión de 414 mil millones de dólares en mejoras de sus infraestructuras de transporte. Otro ejemplo lo encontramos en México, en donde la Secretaría de Comunicaciones y Transportes se hacía eco en 2014 de la existencia de 7.345 kilómetros de carreteras de la red nacional que no se hallaban en buenas condiciones para el tránsito de vehículos ni ligeros ni pesados.
Ante tales hechos, parece ponerse de manifiesto una necesidad inminente e ineludible: el aumento y mejora de la calidad de la inversión en mantenimiento y conservación de infraestructuras de transporte, acompañadas de un empleo eficiente y racional de los recursos disponibles.